Santuario de Atotonilco, se eriza la piel.

El Santuario de Atotonilco es el primer lugar hacia donde nos dirigimos al visitar San Miguel de Allende. Esta a quince minutos de la ciudad, en la carretera rumbo a Dolores Hidalgo.

Al llegar al pueblito nos dimos cuenta de que era día de mercado (sábado), pero aún así no hubo problemas de estacionamiento. Caminamos hacia al Santuario y desde la entrada uno queda maravillado al observar el techo. Este Santuario es una majestuosa construcción del siglo XVII a cargo del padre Luis Felipe Neri de Alfaro, quien se inspiró para su edificación en el Santo Sepulcro ubicado en Jerusalén. Cada una de sus paredes techos y puertas, hasta el último rincón, están decoradas con pinturas murales que representan infinidad de pasajes y personajes religiosos, sin guardar mucho orden y ningún espacio entre sí. Tales obras fueron hechas por un nativo del lugar llamado Miguel Antonio Martínez de Pocasangre, durante un período de treinta años y utilizando únicamente la luz del día.

Las imágenes dicen más que mil palabras. En esta fotografía se puede apreciar la crucifixión de Cristo, al momento de quitarle su túnica, cuando es colocado y clavado en la cruz, cuando la cruz es levantada, y cuando le hieren el costado con la lanza.

Otra imagen que llama la atención es la representación de Judas vendiendo a Cristo, con el demonio posado sobre sus hombros, al fondo la captura de Cristo, y en la parte de arriba, el suicida del traidor, quien se colgó de un árbol.

Como datos curiosos del Santuario, podemos mencionar que fué en este lugar donde el cura Miguel Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe al inicio de la lucha de Independencia. Ese sábado nos tocó escuchar a un bebé llorando, mientras veiamos como le escurriá agua por su cabello mientras era bautizado en una de sus siete capillas . Quizá era la misma pila bautismal que se usó con Ignacio Allende, que fue bautizado y se casó en este lugar.

En nuestro interior hay varias sensaciones: nuestro interior espiritual sintió el dolor físico de Jesucristo al ser crucificado, e ira ante la traición de Judas; nuestro viajero interno sintió admiración al ver cada rincón del santuario pintado, satisfacción al visitar un sitio tan valioso y poco conocido. Y nuestro yo mexicano siente una piel erizada al saber que estabamos parados justo donde hace casi 200 años puso pie Miguel Hidalgo en la ruta de la libertad, y donde Allende había recibido dos de los más importantes sacramentos.

Cuando tengas oportunidad visita este Santuario, vívelo y haz que se te erice la piel.

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