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Evaluación y transversalidad curricular

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Como es sabido, la actual reforma educativa en nuestro país (LOCE), a través de numerosos documentos previos y posteriores a la promulgación de la mencionada ley, ha introducido una exigencia nueva en la cultura evaluativa. Por un lado, los profesores no sólo tienen que evaluar para clasificar o etiquetar a sus alumnos (evaluación sumativa). Por otro lado, ya no se trata solamente de centrar la atención evaluadora en el ámbito cognitivo de la mente humana sino que, además, se trata de dirigir la atención técnica de la evaluación a ámbitos bastantes mas complejos, tales como el de saber hacer, el homo ethicus y el homo aestheticus (valores, normas, sentimientos, actitudes, ese cajón de la abuela de la "transversalidad curricular" que tantos profesores no saben cómo desarrollar curricularmente y, mucho menos, cómo evaluar).

Lo expuesto hace referencia a "un cambio que nos ha sobrevenido", aludiendo a la innovación -legislativa y pedagógica- de "tener que" incluir en la enseñanza el mundo educativo de los valores; técnicamente dicho, apertura de los docentes a la transversalidad curricular en su tarea diaria a pie de sala de clases. Pues bien, en este mismo lugar subrayo la dificultad especial de la evaluación de los alumnos en estos objetivos transversales, muy especialmente los valóricos, la dimensión ética.

En esta reflexión quisiera aludir no sólo a esa mencionada dificultad de evaluación, para subrayarla de nuevo sino aludir también a una hipocresía generalizada, que va cristalizando rápida y peligrosamente, con lo que el riesgo de su institucionalización fósil se incrementa por momentos. Me refiero al hecho de que, en nuestro país y en los países de nuestro entorno cultural, se está cumpliendo burocráticamente la ley de educación, pues la práctica real en las aulas, una vez más, ha vuelto a burlar los papeles que pretendían normarla. Se trata, sencillamente, de que se da la paradoja institucional de que los valores no valen. En efecto, en ese cruce de transversalidad axiológica y evaluación educativa, saben de sobra los altos cargos del Ministerio de Educación en todos los países, saben los profesores, los padres y, lo que es más demoledor desde el punto de vista pedagógico, saben de sobra los estudiantes de todos los niveles del sistema educativo que, ante la reforma legal educativa (que introduce esta transversalidad en la educación) sólo había que repetir curso, por causa del inglés, la física, la matemática, la historia, etc..

"¿ Es que hay alguien tan ingenuo que piense que, a raíz de la nueva ley de educación, alguien va a tener que repetir curso, o va a obtener baja calificación en la nota de la selectividad para el ingreso a la universidad, por cruel, por injusto, por falso, por vulgar, por irresponsable, etc.?".

Pues bien, los valores (académicamente) no valen porque (sociológicamente) lo que no se evalúa se devalúa. Estamos todos de acuerdo en la dificultad de evaluar estas nuevas dimensiones; pero no menos de acuerdo estamos todos en que los alumnos -que tienen noticia del discurso verbal del poder de la ley acerca de lo importante e imprescindible que es el mundo de los valores en la educación y, al mismo tiempo advierten que los valores no son tenidos en cuenta para nada en su valoración académica- son alumnos que han aprendido dos cosas que me atrevería de calificar de terrorismo pedagógico: en primer lugar, aprenden que los valores no valen; en segundo lugar, aprenden que la falsedad y la mentira es un lujo impune, que te lo puedes permitir, si tienes poder; pues es falso y falaz proclamar unos valores para luego, de hecho, ejecutar lo contrario.

Y no vale la pena la escapada de que precisamente los valores morales, por ejemplo, se definen porque son gratuitos; literalmente no valen, pues la bondad, la solidaridad, la verdadera justicia, etc. no esperan paga ni recompensa alguna, como el amor, donación de sí mismo a otro.

Son valores que valen a otro nivel muy superior, por encima de lo que es "rentable" comercialmente en algún sentido. Y no debe confundirse la dificultad en juzgar algo con el conformismo de seguir permitiendo que los mejor educados del planeta, las minorías que deciden, no hayan adquirido durante dos décadas largas de ¿educación?, el mínimo de imaginación, el mínimo de lógica y el mínimo de bondad, como para ser capaces de eliminar las armas y el hambre. Aquí no se trata, en efecto, de una cuestión solamente intima y personal, que se resuelve en el fondo de la conciencia individual y, para el creyente, en una sanción trascendental ante el Creador. Aquí está en juego, por el contrario, y no en lugar de lo dicho sino además de lo dicho, una cuestión histórica que afecta a intereses vitales, psíquicos y espirituales del bienestar, en esos tres ámbitos de la colectividad humana.

De ello, pienso, los docentes -cualquiera sea su nivel posicional- tendrán que ocuparse seriamente en el futuro.

Escribe: GUILLERMO COVARRUBIAS GUERRERO.

El autor es Coordinador de Informática Educativa de la Corporación Municipal de Lo Prado, Santiago, Chile y Docente de Matemáticas, Física, Estadística e informática educativa.

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